jueves, 20 de octubre de 2011

Días oscuros.


   Todos tenemos un lado oscuro. Uno que nos impide sonreír ante una broma, o ayudar al prójimo cuando lo necesita porque pensamos que tenemos nuestros propios problemas y que estos son más importantes. Hay días que creemos que nos levantamos con el pie izquierdo y tenemos derecho a estar enfadados con todo y con todos. Que la vida es injusta, que no se nos agradece nada de lo que hacemos.
  Sin embargo, la vida es corta. A lo mejor, hoy le estamos girando la cara a un amigo o simplemente, estamos de tan mal humor que pensamos que no vamos a aportarle nada bueno si nos detenemos a charlar cinco minutos con esa persona.
   Puede ser que esa persona también tenga su propio día oscuro y que una sonrisa tuya y un simple saludo, y cinco minutos de camaradería le aporten un poquito de luz. Nunca debemos volverle la espalda a nadie por egoísmo, desinterés o hastío, porque puede ser la última vez que tengamos la oportunidad de hablar con él. Ya que, al tener también un mal día, puede tomarse a mal nuestro desaire y devolvernos el gesto en otra ocasión.
  A todos mis amigos, familiares y seres queridos aunque todos sois lo mismo: seres queridos. Decirles, que por muy negro que sea mi día, siempre estaré ahí, si puedo hacer algo, lo haré, si necesitan hablarme, aquí están mis oídos, si necesitan un hombro en el que llorar, aquí está el mío. Y que, si tengo un mal día, me alegrará que ellos me aporten su luz charlando un ratito conmigo.

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