sábado, 10 de diciembre de 2011

Mi Belén


   Éste año he puesto el Belén que me dieron mis padres antes de mudarse a otra ciudad. Me trae muy gratos recuerdos... Cuando mi padre iba a buscar musgo para colocarlo sobre el papel de plata que mi madre extendía sobre el largo mueble recibidor del comedor, que tenía un gran espejo en el que se reflejaba la maravillosa ciudad llena de pastores, ovejas, vacas, cerdos, porquerizos, molinos, el río con sus cisnes y patos, por el que cruzaba un puente en el que a veces le gustaba colocar a los reyes magos sobre sus dromedarios, aunque muchas veces se caían.
   Solo montar el Belén y decorar la casa ya era un gran acontecimiento: mientras mi madre preparaba el musgo, yo tenía permiso para jugar con las figuritas del nacimiento. Y luego le ayudaba a poner guirnaldas, bolas y estrellas por toda la casa.
   Me acuerdo del primer regalo que recibí por los reyes magos... Yo tendría un par de añitos, estaba en la cama de mis padres y me regalaron una pequeña vaquita de peluche rosa con una mancha blanca sobre el lomo y cuernos de tela...
   Los primeros años nos juntábamos mis tíos y mis primos y hacíamos una gran fiesta en Nochebuena y Navidad, y lo pasábamos muy bien juntos.
   Aunque también disfrutaba mucho con mi hermano Ismael. Como la noche de Nochebuena nos acostábamos más tarde, inventábamos un montón de juegos tales como lanzarnos cojines que guardábamos en el "cuarto de los juguetes", por encima de la puerta abierta de un armario que había allí: el juego consistía en que el que cubriera antes todo el cuerpo del otro con cojines era el ganador.
   Mis padres nos hicieron creer en la magia de la Navidad: cada año colocaban los regalos en un lugar distinto y los buscaban junto a nosotros. También dejaban leche y mantecados o un vasito de moscatel para los hambrientos Reyes Magos, y dejaban las miguitas y los envoltorios para que viéramos que habían dado buena cuenta de ellos.
   Cuando ya sabíamos que no existían ni los Reyes Magos ni Papá Noel, nos dedicábamos a la búsqueda exhaustiva de regalos por toda los rincones imaginables. Un año mi madre se enfadó muchísimo al ver que habíamos abierto un regalo la tarde de Nochebuena.
   También, cuando ya no nos dedicábamos al lanzamiento de cojines, veíamos los especiales navideños que eran tan divertidos. Especialmente los de Martes y trece.
   Ahora, ya no pasamos la Navidad juntos... El trabajo no me lo permite. Pero rememoro esas muchas navidades, sin dejar de disfrutar de las que paso ahora. Felices Fiestas.
 

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